Este relato ya lo había puesto en mi blog de música, pero ahí entra puro melómano que no le gusta leer XD, así que mejor lo paso para acá.
Cuando abordé el taxi me llamó por mi nombre. Así nada más, con la naturalidad de alguien que te comenta que hace calor. Me sorprendí todavía más cuando me dijo
-No has cambiado nada, sigues igual que en la preparatoria.
Y volteó otra vez a mirar el camino frente a él, con esa expresión de ausencia que tienen los que ya llevan muchas millas en el kilometraje.
Miré su gafete, su rostro y su nombre no me decían nada. Era un extraño, una de esas personas que te topas en la calle y que jamás volteas a ver. Alguien como tú y como yo. Pero aquí viene lo sorprendente, cómo un perfecto desconocido de repente se vuelve parte de tu mente, de tus recuerdos sin que te des cuenta, tranquila y silenciosamente, como un asesino profesional que entra a tu casa buscando tu cabeza.
-Por que te llamas así, ¿o no?
-Disculpa, pero no te conozco, es más, estoy completamente seguro de que jamás te había visto.
Y se rió, mostrando unos dientes amarillos por la nicotina y una amalgama en una muela del juicio. Sucio cabrón, de seguro nunca te lavabas la boca.
-¿Recuerdas a Paula, tu amiguísima de la prepa?
Cuando súbitamente recuerdas algo que habías olvidado durante mucho tiempo sientes como un frío pequeñito, un frío extraño te recorre la columna. Sea importante o no, sea la olla con agua que dejaste sobre la estufa, una canción de la infancia, o un amor loco que creías sepultado, esa rara sensación te invade y como llega se va, dejándote solo con tu marejada de recuerdos.
Como carajos no iba a recordar a Paula, si ella es y será mi amor platónico. Desde la prepa, siempre soñé con acostarme con ella. Paula, el sólo recordar su nombre me pone la piel de gallina y me para la verga. Siempre quise que fuera mi novia, aunque fuera sólo un día en que la llevara al cine, un fin de semana en que nos comiéramos un helado y luego fuéramos a nadar, o una sola semana al cabo de la cual quizás ella terminaría harta de mí. Un beso, un ratito de Paula era lo que deseaba, lamerle los pezones, dibujar en su antebrazo garabatos y besarle detrás de la oreja, ¿acaso pedía demasiado? No, pero eso no lo entienden las mujeres, y menos las que son como Paula. Por eso mismo su recuerdo siempre lo había traído arponeando mi mente, y por eso mismo había decidido sepultarla en algún rincón de mi memoria, cerca de los golpes de mi padre y las lágrimas de mamá, cosas todas ellas que me desbaratan, que me tiran al suelo y me patean el paladar.
Contesté que sí, después de haberme dado un chapuzón en mis recuerdos.
-Pues yo soy su novio, llevamos casi cinco años y en tres meses nos vamos a casar.No sabes lo feliz que me hace sentir. Si quieres le diré que te mande una invitación, con todos los preparativos seguramente se le olvidó mandarte una a tí.
Me sentí como Artie Ziff frente a Homero. Conocer al cabrón que se coje a la mujer de tus sueños es demoledor, es como una patada en los testículos, de esas que hasta te sacan el aire y te aflojan la mierda, lo malo es que esa sensación no se quita haciendo sentadillas ni estirando las piernas, esa se queda más tiempo, como un agujero en el estómago, como un rayón en tu coche nuevo, algo pequeño y vago que te hace sentir mal. ¿Que cómo sé que él se la coje? Fácil, ella misma una vez me lo comentó, y todo derivó de una conversación acerca de su ropa íntima. No daré más detalles, sólo que ese día en que me enteré que su novio se la cojía me sentí mal, con la misma sensación de tener un hueco en el estómago y otro en el cerebro. Pero esto era diferente, muy diferente, como si conocer de frente al güey en cuestión fuera cien veces más perturbador que imaginarlo.
-¿ Y cómo es que me conoces?
-Muy fácil mano, ví tu foto con tu nombre en su anuario de la prepa. Te juro que estás igualito, a pesar de la barba y el cabello largo. Ella me ha dicho que eras un buen amigo suyo, y de tanto que me platica de tí y sus amigos de la prepa hasta se me han hecho simpáticos.
Todo eso con una sonrisa enorme entre ojeada y ojeada a la carretera. Homero Simpson conduciendo a Artie Ziff por el boulevard.
-Así como me ves yo nada más estoy de taxista para apoyarme con los gastos de la boda, de día trabajo en una empresa telefónica,y Paula en un banco, ahí la llevamos.
Sonriendo, siempre sonriendo, con la boca que mi Paula adora besar y sus dientes de nicotina. Le indiqué por dónde debía avanzar. Le pagué exacto y bajé del taxi.
-Le diré a Paula que te mande una invitación, se pondrá muy feliz de saber que me encontré a su mejor amigo.Cuídate y hasta luego- me dijo desde la ventanilla. Arrancó dejando tras de sí una voluta de humo, y a un tipo de camisa arrugada con sus pendejos recuerdos de preparatoria revoloteando como buitres a su alrededor.Esa noche no pude dormir.
Semana y media más tarde la amable cartera tocó a mi puerta. Me entregó un sobre color paja con las iniciales manuscritas E y P.
El día de la boda me quedé en casa, preparé pan tostado con mermelada y me senté a escuchar a Mähler. Es lo que hago para olvidar, ¿ y tú?
miércoles, 21 de noviembre de 2007
Soy la pulga que sueña con comprarse un perro
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